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11-12-2014 |
Miguel Enríquez, revolucionario del siglo 21
Michael Löwy
Hace cuarenta años cayó Miguel Enríquez, combatiendo las armas en la mano à la dictadura militar pinochetista. Para nosotros, simpatizantes de la lucha latinoamericana viviendo en Paris, fue un duro golpe, que recibimos con una inmensa tristeza: es que Miguel era no solo un gran revolucionario chileno, sino también un símbolo universal, una esperanza para los rebeldes de todos los continentes. Salimos a la calle en manifestación, con la consigna “¡Miguel Enríquez, Presente!”. Como decía Daniel Bensaïd, uno de los mayores admiradores de Miguel en la izquierda revolucionaria francesa, nuestra apuesta por la revolución es necesariamente melancólica, tantos fueron los nuestros asesinados por la reacción.
Desde 1974, muchísimo ha cambiado Chile, América Latina y el mundo. Para los ideólogos del conformismo tibio, Miguel es un hombre del pasado: ya no hay dictadura militar en Chile, tampoco en los demás países de América Latina; y ya no hay grupos guerrilleros en el continente (salvo en Colombia, pero están en negociaciones de paz).
Este discurso es falso y mistificador, por una razón sencilla: Miguel Enríquez empezó su lucha muchos años antes del golpe militar del septiembre 1973. Su enemigo, desde el inicio de su recorrido militante, era la dominación imperialista, y, de forma indisociable, el sistema capitalista. Anti-imperialista y anti-capitalista: esta era la bandera rebelde de Miguel, sin concesiones, sin capitulaciones, sin compromisos. Esta es precisamente una de las razones de su impresionante actualidad en 2014: las formas de dominación imperialista han cambiado, pero no su esencia. Para el pueblo argentino en lucha contra los fondos buitres, para los campesinos indígenas de Perú enfrentados à las multinacionales de la minería que destruyen los bosques y envenenan los ríos, y para tantos otros, el mensaje anti-imperialista de Miguel es contemporáneo.
El sistema capitalista tampoco ha cambiado su naturaleza intrínsecamente perversa, opresora, y destructora. En particular, bajo su forma dominante, neo-liberal, ha llevado sus infamias à todo el planeta: miseria, desempleo, regresión social, desmantelamiento de la educación y la salud públicas, sumisión de los pueblos à la dictadura de los mercados financieros. Para los anticapitalistas de hoy, las ideas, los argumentos, las convicciones de Miguel siguen vigentes, más que nunca, en Santiago, en Paris y en cualquier rincón del mundo.
Pero el combate de Miguel no era solo anti-sistémico: tenía también un horizonte utópico/revolucionario, la esperanza, la apuesta en una nueva sociedad, una sociedad sin explotación y sin opresión, inspirada por valores de justicia social, dignidad humana, igualdad entre hombres y mujeres, solidaridad, socialismo. Hoy, cuando en toda América Latina se discute de la propuesta de un” socialismo del siglo 21”, el mensaje socialista revolucionario de Miguel vuelve a estar en el orden del día.
¿El análisis de coyuntura de Miguel en 1973-74 era cierto o equivocado? ¿Su táctica era la más apropiada? Cuarenta años después estas cuestiones perdieron mucho de su interés. Lo que queda es la integridad de un individuo, su decisión de arriesgar su pellejo por la causa de la libertad, de la democracia, de la emancipación de los trabajadores, del socialismo. Lo que nos deja en herencia es la altura moral de su compromiso revolucionario.
Miguel Enríquez fue derrotado por la dictadura militar. Su tentativa de movilizar la juventud y los trabajadores en contra de Pinochet y sus sicarios, no logro. Como José Martí, Emiliano Zapata, Augusto Cesar Sandino, Farabundo Martí, Camilo Torres, Ernesto Che Guevara, Carlos Marighella y tanto otros, el cayo victima de las fuerzas opresoras.
Los partidarios del pinochetismo, y otros funcionarios de la reacción tratan de presentar à Miguel como un fanático, un “terrorista”. En un comentario acerca del Che Guevara y de Miguel Enríquez, Daniel Bensaïd decía (en un dialogo del 8.12.2007 con Carmen Castillo): “ parece que quieren, tantos años después, asesinar la memoria después de haber asesinado los hombres. Es como si los vencedores no pudieran dormir tranquilos, como si no estuvieron tan seguros de su victoria .”
Como nos enseña Walter Benjamín, la memoria de las víctimas del pasado es una fuente esencial de las luchas del futuro. La fuerza mesiánica de los vencidos es un factor histórico decisivo. La rememoración de los luchadores derrotados es parte de la tradición de los oprimidos, sin la cual no puede existir ni resistencia ni combate emancipador.
¡Miguel Enríquez, Presente!
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=193003
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